Nieves Díaz

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Ha valido la pena dedicarse a la docencia solo por haber tenido el privilegio de conocer a Nieves. Ella es una de esas alumnas que me ha modelado como docente y, por encima de todo, como persona. Más allá de nuestra conexión canaria, toda una corriente de simpatía me conectó a Nieves desde el principio. Juntos vencimos los miedos de volver a las aulas después de mucho tiempo y juntos celebramos su Graduado en Secundaria. Pero no nos engañemos, el mérito es todo suyo. Después llegaría su Grado Medio y alguna experiencia laboral por el camino. Han pasado los años y, aunque no nos vemos, mantenemos este contacto que se aviva a cada paso que uno de los dos pisa tierra majorera o conejera. Han pasado los años y la vida nos ha llevado por donde ha querido, pero saber que Nieves forma parte de mi círculo cálido me reconforta. No sabría explicarlo mejor.

De sus primeras experiencias escolares, Nieves dirá lo siguiente:

De mi paso por Primaria lo más que recuerdo es que me hicieron creer que solo servía para coser y bordar. Fui a un colegio de monjas y supongo que el poso que me quedó se tradujo en un carácter más bien servicial. Además quería ser monja.

Luego vino el instituto. De esa etapa supe que me atraía la Medicina, pero no era buena estudiante y no tenía claro qué quería hacer. Terminé el instituto en 4° de Bachillerato.

Más tarde pasé por una academia e hice un curso de Auxiliar de Clínica (que no me sirvió para trabajar). Querer ayudar a los demás, ese es el poso que me quedó de aquellos años.

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Ese pensar en los demás es una constante en la vida de Nieves. En su caso no es algo forzado, sino natural: brota de manera espontánea del centro de su bondad. De esos primeros años escolares, damos el salto a su segunda etapa en la senda del conocimiento académico:

Después de muchísimos años volví a estudiar, pero en una escuela de adultos, a ver qué pasaba. Y con las inquietudes de una adolescente (a mis 50 años) me saqué mi título en ESO. Nunca me sentí más orgullosa, apoyada y valorada.

¡Qué palabras más poderosas: orgullo, apoyo, valoración…! Aunque sea un lugar común en este blog, es al conocer testimonios como este cuando vuelvo a recordar (por si se me había olvidado) el altísimo valor de la Educación de Personas Adultas. Así recuerda Nieves aquellos años en la Vicent Ventura:

Mis recuerdos de mi paso por la Escuela Vicent Ventura son muchos: cómo luchaba en el club de la lectura cuando exponíamos lo que nos había parecido el libro leído. Sudaba de los pies a la cabeza. O cuando el profesor de Literatura e Inglés te animaba a seguir, como nunca antes nadie te había animado de esa manera, hasta hacerte sentir que podías hacerlo. Aun siendo consciente de que mi Valenciano e Inglés eran pésimos, él tenía esa manera de tratarte que te daba fuerza para no abandonar. ¡Después de 30 años sin coger un libro no era fácil! O cuando en un examen de Matemáticas saqué un 10 en raíces cuadradas de 2° grado. Les cogí el truco y me volvía loca haciendo los ejercicios, cuantos más, mejor. ¡Fue fabuloso!

Con la confianza recuperada, ya no podía haber metas que Nieves no se propusiera y alcanzara. Tanto es así que se decidió a cursar un Grado Medio:

Y con ese apoyo me lancé a hacer Auxiliar de Enfermería. Me costó mucho esfuerzo pues tenía una casa y familia, a la cual abandoné un poco. Pero mi objetivo era sacar lo que tanto había perseguido y con mejores notas que mis hijos. Al final, ¡qué satisfacción!

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Por si el lector aún no se ha dado cuenta del todo, estamos ante una luchadora nata. De su paso por el mundo laboral, Nieves dice esto:

Cada uno de los trabajos por los que pasé dejaron en mí algo. Ahora que lo pienso, fueron unos cuantos, todos en mi juventud: guardería, panadería, tintorería, empleada de hogar… Todos ellos me aportaron algo: ganas, entusiasmo, iluminación, frustración. Pero el más que me ha aportado ha sido el de Auxiliar de Clínica. Superados los 50 años y lograr trabajar en lo que más quería y lo que tanto había perseguido me llenó de orgullo, iluminación, superación…

Entre las experiencias que más han marcado la vida de Nieves, ella cita las siguientes:

Cuando te paras a pensar te das cuenta de tantas y tantas experiencias vitales por las que ha pasado una en su vida, y no menos impotentes por pequeñas que fueran. Una de ellas fue cuando crucé el charco, saliendo de mi tierra con 21 años hacia la península (un sueño de mi niñez). Otra ha sido ser madre de dos hijos muy deseados. Y además, haber superado una enfermedad y haber conseguido tener mi propio huerto, que me da mucha vida.

Y ojo a lecciones como esta:

En estos momentos lo más que me llena es seguir viva, que es lo más grande, y ver a mi familia todos los días e intentar disfrutar de las pequeñas cosas, de las que en otro tiempo no me daba ni cuenta.

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Entre la realidad y el sueño. Así ve nuestra amiga el futuro:

Cuando piensas en el mundo te vienen a la mente imágenes de guerras, hambre, terremotos… Y piensas que muchas cosas se podrían evitar, sobre todo las guerras o el hambre. Si las naciones se unieran… Pero, claro, no les interesa; solo les mueve el poder. ¡Qué bonito sería que nadie tuviera que saltar vallas, subirse a una patera, no pasar hambre…! Pero, claro, eso es un sueño.

Me deja sin palabras. La bondad, a veces, nos desarma. Así me siento yo ante Nieves. Por mucho que escriba, nunca podré hacerlo hasta el punto de agradecer todo lo que he recibido de esta mujer. Con todo, ¡GRACIAS MIL!

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