Recuperando los programas culturales en educación de adultos

Este artículo fue publicado el 26/02/2019 en el diari de l’educació: http://diarieducacio.cat/tot-recuperant-els-programes-culturals-a-leducacio-dadults/ 

Compartimos hoy la versión en castellano del mismo publicada por Educatribu el 01/04/2019: https://www.educatribu.net/index.php/noticias/unaNoticia/201

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Los recortes educativos del Real Decreto Ley 14/2012 aprobado por el PP afectaban, entre otras cosas, a las ratios y a la jornada laboral del profesorado. Su impacto ha sido ampliamente denunciado a lo largo de estos años. Ahora bien, tal vez no han sido tan visibles las consecuencias de aquellas medidas en el ámbito de la Educación y Formación de Personas Adultas. Uno de los efectos perversos de aquellas decisiones todavía lo arrastramos en la actualidad: la casi total desaparición de los programas formativos de carácter cultural en las escuelas de personas adultas. Rosa Montero lo explicaba muy bien en «Lo Importante» (El País Semanal, 07/01/2018):

Antes la educación de adultos cubría tres frentes: primero, los estudios básicos para obtener un título oficial de primaria, secundaria o formación profesional; segundo, la enseñanza del español como lengua extranjera para los que no saben nuestro idioma y quizá ni siquiera estén alfabetizados en su lengua materna; y por último, herramientas para el desarrollo y la participación, dos horas semanales de clases abiertas en diversas disciplinas, desde informática e inglés hasta historia del arte o literatura. Con la crisis, la Comunidad de Madrid decidió que esta tercera pata era prescindible y quitó esas clases, demostrando así una vez más la poca importancia que el poder en general y este Gobierno en particular le dan a la cultura, al arte y al desarrollo de la creatividad, es decir, a todas esas actividades cuyo beneficio no es mensurable y que por consiguiente ellos consideran poco menos que inútiles.

Rosa Montero habla de la situación en la Comunidad de Madrid, pero desgraciadamente podríamos decir que el retrato que hace es una constante en todo el Estado. En este sentido, las diferentes administraciones educativas organizan sus ofertas formativas marcando una clara distinción entre las enseñanzas regladas (aquellas conducentes a la obtención de una titulación oficial) y las no regladas (aquellas de las que se acredita o bien la superación o bien la participación). Las primeras son, normalmente, de oferta obligada, aunque la realidad no siempre es así, especialmente en el caso de las enseñanzas iniciales. Después, encontramos la oferta de los cursos que permiten el acceso a los diferentes niveles del sistema educativo (Formación Profesional y universidad) y los cursos que van acompañados de una acreditación de superación, especialmente enseñanzas de lenguas y de informática. A la cola, y siempre que el profesorado disponga de horas, los centros pueden ofrecer cursos de actualización cultural en un sentido amplio. El problema es que casi nunca hay tiempo para estos últimos estudios, por lo que o directamente no se ofrecen o se delega su oferta al criterio de las asociaciones de alumnos y exalumnos, si es que el centro dispone de una.

Por suerte, esta situación parece que está cambiando, al menos en algunos territorios. La voluntad de revertir los recortes también ha llegado a la cuestión de la oferta formativa –más nuclear de lo que podríamos pensar– de las escuelas de personas adultas. A modo de ejemplo, el Gobierno de Aragón ha actualizado el presente curso escolar el catálogo de los cursos de promoción y extensión educativa y de los cursos de formación para el empleo. Se trata de una apuesta decidida de esta administración por recuperar uno de los pilares de la Educación y Formación de Personas Adultas (EFPA). Con un espíritu similar, en Cataluña la intención es que los nuevos módulos optativos del GES (Graduado en Educación Secundaria) se abran a cualquier persona externa al centro que quiera hacer realidad su proyecto educativo y personal de vida.

Se trata, sin embargo, de pequeñas grietas en la oferta formativa de unos centros a los que las diferentes administraciones educativas encorsetan con sus rigideces normativas. Estas administraciones no siempre están atentas a las necesidades formativas de los diferentes entornos y bajo un marco normativo común hay poco espacio para los matices. Los profesionales, sin embargo, sabemos que las demandas no son iguales en todos los centros dependiendo de variables como: el carácter rural o urbano, el envejecimiento más o menos acusado de la población, el nivel socioeconómico, los índices de fracaso y abandono escolar temprano, la mayor o menor presencia de personas de origen extranjero, etc. En mi opinión, las administraciones educativas tampoco están muy atentas a las cifras oficiales que hablan de un descenso en el número de adultos que cursan enseñanzas formales en España:

  Curso 2016-2017 Curso 2017-2018 Variación
Enseñanzas formales 260.699 238.136 -22.563
Enseñanzas  no formales 252.997 256.898 +3.901

Esta tendencia no siempre va acompañada del apoyo de la administración educativa respectiva en forma de autonomía organizativa, flexibilidad y recursos; sino que más bien depende de la buena voluntad de los centros que han de hacer lo imposible para dar respuesta a las demandas formativas de sus entornos.

Sin embargo, el Manifiesto para la educación de adultos en el siglo XXI (EAEA, European Association for the Education of adultos) lo dice bien claro:

Las investigaciones muestran que la participación en la educación no formal de personas adultas tiene una serie de beneficios. La educación de adultos puede transformar vidas y proporcionar nuevas oportunidades. Puede ofrecer nuevas oportunidades de trabajo, abrir el camino hacia el aprendizaje formal, ayudar a que regresen al sistema educativo los que lo abandonaron, ayudar a los padres en sus tareas, activar las pasiones artísticas y culturales de las personas y dar lugar a estilos de vida más saludables.

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A pesar de todas estas evidencias, el inmovilismo en el mundo de la Educación y Formación de Personas Adultas todavía existe; no es general, pero las resistencias al cambio existen, dentro y fuera de los centros. Además, los avances siempre son precarios porque pueden ser revertidos de golpe cuando hay un cambio de gobierno. Y es que, aunque no lo parezca, hay mucho de ideológico en qué cursos se programan en los centros de adultos. El currículo oculto comienza, por tanto, por la misma oferta formativa. Desde perspectivas neoliberales, el alumnado es ante todo un trabajador al que hay que formar. En este sentido, no vamos a negar la importancia de la vertiente profesional en la vida de las personas, pero esta no recoge completamente todo el proyecto vital de las personas adultas. La perspectiva neoliberal de la educación es alérgica a cualquier propuesta educativa que implique la formación de una ciudadanía crítica, tal y como manifestamos en otro texto en este mismo diario:

Este proceso de domesticación –podríamos decir que general en todo el sistema educativo– está en perfecta sintonía con las políticas educativas de corte conservador y neoliberal dominantes en este comienzo del siglo XXI, solo moderadas en función del signo político de los gobiernos de turno. Este modelo educativo reaccionario necesita una ciudadanía acrítica, despolitizada y pasiva. Esto explicaría por qué algunos ven en la función emancipadora de la EPA una amenaza. No podemos olvidar que en sus aulas encontramos, como dice Diego Redondo, no a los ciudadanos del futuro –como sucede con la enseñanza obligatoria– sino a los ciudadanos –que también son votantes– del presente. Con este panorama, desactivar y condenar a la irrelevancia a la educación de adultos han sido las estrategias, eso sí, nunca explicitadas, de una parte de los poderes públicos.

Desde estas lógicas dominantes, no nos resulta extraño que cuando vienen mal dadas los primeros cursos que desaparecen de la oferta formativa de los centros sean los de carácter cultural. De rebote, se benefician las iniciativas privadas que cobran por cursos que serían gratuitos en la enseñanza pública.

Por último, si finalmente llegan a revertirse los recortes educativos, desde el mundo de la Educación y Formación de Personas Adultas debemos estar alerta: la deseada reducción de la carga lectiva del profesorado no puede servir de excusa para justificar la eliminación de los programas formativos culturales existentes o para dejar de crear otros nuevos. No podemos prescindir por más tiempo de este pilar fundamental de la EFPA, y más con los vientos feroces que asolan Europa en este comienzo del siglo XXI. Sin ánimo de exagerar, nos estamos jugando el futuro y la propia democracia.

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